1 de diciembre de 2012

Recortes cinéfilos

No quiero ser Carlo Little

“Dangerously Excited es una película coreana, dirigida por Koo Ja-hong. Posee la estructura clásica de la transformación. Un protagonista X, sometido a determinada fuerza externa, sufre mutaciones radicales. ¿Qué puede sacar de la monotonía a un pedante empleado público? La música. Al menos, esa es la sugestiva hipótesis planteada.



¿La música puede transformar tu vida?

Han Dae-hee pasa sus días procesando quejas sobre ruidos molestos, basura y demás delicias de la vida urbana. Posee un calculado modus operandi, el cual le permite destacarse en una mediocre oficina. Una serie de hechos fortuitos o causales, quedando a criterio de las creencias personales, lo llevan a soportar una banda de jóvenes ensayando en su garage. Primero el fastidio, luego la resignación, seguida de la tentadora curiosidad.

El acceso inicialmente es distante. El protagonista no pone el cuerpo, es conservador, teme salir de aquello que reconoce seguro. Encerrado leyendo revistas se acerca a las declaraciones polémicas de los Gallagher. La música es noticia, es historia, es papel. El vinilo comienza a moverse y la música se vuelve tangible. Lo envuelve. Más aún, cuando se ve obligado a rasgar con sus dedos un bajo. Va a formar parte de la banda.

“Las cosas han cambiado” le advierte en sus delirios un Bob Dylan coreano y nuestro protagonista entiende que no quiere ser Carlo Little. No quiere rechazar a los Rolling Stone, o al menos, a la ilusión del rock.

El monótono uniforme es reemplazado por una remera con la lengua afuera. Un potencial ascenso por ensayos a escondidas. Rutina por pasión. Ahora hay banda de sonido. Hay música, hay excitación. Una movilización, una consecuente transformación.




Instrucciones para dejarse engañar

Siempre guardo las entradas. Mi debilidad por el papel, el registro y cierto espíritu (no reconocido) de nostalgia, me arrastran a su acumulación. La última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, dejó un buen saldo de entradas amarillas. Entre ellas, una tiene anotaciones al margen: “La música es el mejor engaño en el cual podemos caer” Lo inevitable del oficio, y la necesidad de escribir. La excitación de ser cinéfila.